La persona que sufre un trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) presenta un comportamiento que se manifiesta con falta de atención persistente, actividad excesiva e impulsabilidad con más frecuencia y gravedad que la que pueda observarse en personas de su misma edad.
Estos patrones de comportamiento pueden ser normales si se presentan de forma esporádica y no muy intensa. Para que pueda considerarse la existencia de un TDAH este patrón debe durar más de 6 meses, haberse iniciado sus manifestaciones antes de los 7 años, presentarse en casa y escuela o trabajo e interferir en las funciones social, académica o laboral de la persona. Además, ese comportamiento no puede tener ninguna otra explicación. El TDAH es de causa desconocida, aunque parece existir algún tipo de predisposición familiar.
Hay 3 tipos de TDAH según el patrón de comportamiento que predomine. Hay un TDAH en el que predomina la dificultad de atención (TDAH con predominio déficit de atención), otro en el que predomina la dificultad de autocontrol (TDAH tipo hiperactivo-impulsivo), y un tipo mixto, con síntomas de inatención, impulsividad e hiperactividad (TDAH de tipo combinado).
Los estudios sobre la frecuencia que se da en diferentes poblaciones son muy variables, aunque existen trabajos en los que se demuestra que algunos son diagnosticados sin reunir los criterios necesarios. La prevalencia estimada del TDAH diagnosticada en USA está en torno al 9,5% de niños con un aumento de más del 20% en los últimos años. Es más frecuente en niños que en niñas (4:1) y puede persistir en la edad adulta, aunque hay bastante disparidad en el porcentaje estimado.
Ante todo niño en el que se aprecie falta de atención, impulsividad o actividad excesiva con repercusión moderada o grave en casa o en la escuela debería descartarse el diagnóstico de trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH).
Los síntomas que pueden alertar de la posibilidad de que un niño sufra TDAH son:
Un niño sin TDAH puede presentar cualquiera de esos síntomas, especialmente durante un tiempo limitado. Para que su presencia sea relevante deben presentarse durante 6 meses o más, iniciarse antes de los 7 años y provocar una clara alteración en el funcionamiento social, escolar o laboral.
Es importante que se diagnostique y trate lo antes posible ya que, aunque estos niños suelen tener un coeficiente intelectual normal o alto, su rendimiento escolar suele ser bajo y en la adolescencia se pueden asociar otros problemas de conducta, ansiedad o depresión.
No existe una prueba diagnóstica objetiva que pueda ser definitiva. Se llega al diagnóstico a partir de datos obtenidos de la entrevista con el niño, los padres, maestros y cualquier otra persona implicada en su atención. Los criterios diagnósticos más utilizados son los propuestos por la American Psychiatric Association en el DSM-IV.
Para la recogida de esa información, algunos profesionales, utilizan cuestionarios o escalas que facilitan la recogida de datos y el diagnóstico.
El tratamiento de una persona con Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH) debe ser diseñado específicamente para ella por un equipo de profesionales (medicina, psicología, enseñanza) y puede tener varios componentes: psicológico, pedagógico y farmacológico.
En el plano psicológico el entrenamiento de padres en grupo es la ayuda más recomendable en los lugares en los que este servicio está disponible. Los niños con TDAH crean muchas tensiones en las familias que pueden llevar a castigos frecuentes y al abandono de cualquier tipo de disciplina.
Los padres deben establecer reglas por escrito comprensibles, claras y estables y aclarar las consecuencias de cumplirlas o de romperlas. No deben consentir la manipulación. También deben facilitar y promover la práctica de una actividad física enérgica durante un período de tiempo corto para volver luego a las normas. Es muy importante reconocer los valores positivos del niño de forma continuada.
El niño debe estar integrado en aulas regulares, poco numerosas, donde no concurran más de dos en la misma clase, si es posible, y con profesores con la formación necesaria. Las estrategias combinadas en casa y en la escuela son más eficaces que el abordaje de ambos ambientes por separado.
En ocasiones puede ser beneficioso tomar fármacos. Los que se prescriben con mayor frecuencia son el Metilfenidato (único psicoestimulante comercializado en España). También se utiliza la Atomoxetina, un inhibidor selectivo de la recaptación de noradrenalina.
La Asociación Americana de Pediatría no recomienda utilizar psicofármacos en niños de 4-5 años. Cuando el médico lo indique, para los niños de 6-11 años recomienda utilizar Metilfenidato junto a programas de modificación de conducta para padres y educadores. En niños de 12-18 años recomienda utilizar medicación estimulante más terapia conductual.
Cuando es necesario un fármaco, el tratamiento de elección en el adulto es el Metilfenidato, que ha demostrado beneficio junto con la terapia cognitivo conductual.
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